Los grandes lo saben: las cosas más complejas se explican con palabras sencillas. Así es y así se comporta Ingo Maurer, un alemán hijo de pescador que nació con un don en los ojos. Donde su padre y sus colegas veían oleaje y temporales, él veía ráfagas luminosas y juegos de luz.
Hoy, a sus 75 años, puede decir orgulloso que se ha pasado la vida jugando. Y en el juego ha reinventado la manera de mirar la luz. Sus lámparas, más allá de iluminar, cuentan historias. Y se relacionan con el usuario como si éste fuera una parte esencial para completar la luminaria. No es un decir, posta que es asi!Ingo Maurer es una rara avis en el mundo del diseño. Lo que Marcel Duchamp hizo en el del arte, él lo llevó al de las lámparas cuarenta años después. Así, pionero en la descontextualización de objetos (en sus luminarias utiliza desde botellas de Campari hasta cucharas o platos rotos), también ha sido precursor de la línea del diseño-arte que hoy se vende menos en las tiendas que en las galerías de arte, aunque él no quiera entrar en ese circuito.
Reniega de las clasificaciones, pero no le importan las etiquetas. Sólo quiere seguir jugando. Y, con cuarenta años de tablas, cada día lo hace más y mejor a mi criterio. Cuenta la leyenda que vio la luz una tarde de resaca en una pensión de Venecia. Veía doble y del techo, sobre el camastro, colgaba un foco desnudo: "Me pareció lo más hermoso del mundo: una caja de cristal para un destello de luz", recuerda hoy en su estudio de Milan, donde tuve la suerte de conocerlo en la semana del disegno.
Su primera lámpara, Bulb, de 1966, era eso: un homenaje a Edison, un "foco" gigante. Luego, en la que es una de sus piezas más famosas, le puso alas a otro "foco" y comenzaron los nombres italianos. La pieza se llama Lucellino porque la vida de Maurer es una historia de amor entre Nueva York, donde vivió muchos años, e Italia, donde es una institución aunque ningún fabricante italiano haya conseguido producir sus diseños. Desde aquella tarde en Venecia, Maurer se lo hace todo solo. Dibuja, piensa, busca, produce -todas las lámparas son semiartesanales-, empaqueta y distribuye. Solo, con sus sesenta empleados, "casi todos sin formación académica, pero con buenas manos".
Su primera lámpara, Bulb, de 1966, era eso: un homenaje a Edison, un "foco" gigante. Luego, en la que es una de sus piezas más famosas, le puso alas a otro "foco" y comenzaron los nombres italianos. La pieza se llama Lucellino porque la vida de Maurer es una historia de amor entre Nueva York, donde vivió muchos años, e Italia, donde es una institución aunque ningún fabricante italiano haya conseguido producir sus diseños. Desde aquella tarde en Venecia, Maurer se lo hace todo solo. Dibuja, piensa, busca, produce -todas las lámparas son semiartesanales-, empaqueta y distribuye. Solo, con sus sesenta empleados, "casi todos sin formación académica, pero con buenas manos".
Me prostituyo por cualquier de sus artefactos. asi te lo digo.
*La ultima foto pertenece al post " Solita ella". detras el estudio de Ingo en el Soho de NY
3 comentarios:
Ciao Gordito!hai arivato pronto delle estate uniti! ho capitto quasi tutto il post! arrivederci
grazie P!!!
Modelo ejemplar de lo que significar llevar la luz a otro nivel... espero algún día me inspire igual jeje... hay que seguir explorando...
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